domingo, 2 de diciembre de 2012

El artista hecho obra


De él solo se sabe a ciencia cierta que nació en Bristol, un condado de Inglaterra. No se conoce su nombre, su apellido o su edad. Se autodenomina Banksy y es el artista urbano que ha revolucionado el concepto del street art o posgrafiti. Con sus obras cargadas de mensajes anticapitalistas ha convertido su pasión en su mejor negocio, aún sin buscarlo, y ha llamado la atención de la manera más particular, con el anonimato.

El muro de gaza, una barrera de 680 km levantada por el gobierno de israel para avasallar a los palestinos, era para Banksy simplemente “la estructura más degradante del planeta”, por lo que decidió convertirla en la “galería más grande del mundo”. Una escalera hecha con brochazos de pintura por un niño que sonreía, una niña que intentaba cruzar el muro siendo elevada por globos de helio, un policía que destapaba una parte del muro como si fuera una cortina para toparse con una playa paradisíaca, fueron tres de los nueve grafittis que el artista inglés pintó en la tan despreciada edificación.

Banksy convierte cualquier infraestructura en un lienzo.
Es que es así como trabaja Banksy, de manera anónima y tajante, provocadora y rápida, pues una vez terminada la “intervención”, como se conoce a los trabajos realizados por un graffitero, el artista vuelve a desaparecer pero sus obras quedan convertidas en íconos de protesta. Pero de qué vive alguien que solo es visto ocasionalmente.

Las obras de Banksy produjeron un repentino interés en el mundo del arte, al punto de que ningún coleccionista de arte contemporáneo que se precie, podría considerar su galería completa sin tener una obra del artista, este súbito apogeo hizo que las pinturas del artista llegaran a valorizarle en cientos de miles de dólares. 
En el último mes de marzo, seis de las obras más icónicas del graffitero británico fueron subastadas por 496 mil 620 dólares. El artista capturó el interés del mundo y de los coleccionistas, pero a la vez iba obteniendo el rechazo de los graffiteros “tradicionales”, quienes veían con mala cara el hecho de que sus trabajos hayan saltado a las galerías y museos, según ellos, perdiendo en gran medida lo característico del arte callejero, la ilegalidad.


Obra con mensaje antibélico de Banksy
Pero el graffitero británico nunca perdió esa característica, merodeando en la clandestinidad y utilizando sus esténciles continuó realizando sus obras en los lugares menos esperados, en edificios abandonados, en paredes maltrechas, en señales de tránsito, en paneles vacíos, a plena luz del día o acompañando por el manto de la noche. Una paloma de la paz protegida por un chaleco antibalas, un niño diparando mariposas con una metralleta, una monalisa que apunta con una bazuca o un subversivo tratando de tirar en vez de una bomba molotov, un ramo de flores, decoran las calles londinenses y se han convertido en puntos de visita para los turistas, que no pueden dejar de pasar por ahí sin tener que retratar las obras.

Las obras de Banksy, dieron el paso que muchas manifestaciones aún esperan, paso de ser una contracultura rupestre a ser convertido en una expresión artística comercial, pero el artista nunca llegó a perder lo fundamental de su obra, lo enigmático, que al final resulto no ser su obra en sí misma, sino el mismo graffitero, el anonimato lo convirtió a él en una obra de arte que espera ser descubierta y retratada.

Graffiti pintado por el graffitero británico en la franja de gaza.



Un baile subterráneo


El sonido iracundo, enérgico y destructivo hacía que los imperdibles que colgaban de las chaquetas se sacudieran al mismo tiempo que el pelo crispado y alborotado volaba por los aires, las gotas de sudor caían sobre las botas que pisaban charcos de cerveza y colillas de cigarro, las manos extendidas y el puño cerrado intentaban golpear a cualquiera que se acercara corriendo, empujando o saltando. No era el único, cada uno de los que estaban ahí sentían la misma sensación de liberación, de desestrés, de catarsis al sentir su cuerpo golpear con el de todos, por sus oídos sólo se filtraba el voraz ruido de la canción Anarchy in the UK, de la banda Sex Pistols, se encontraba en un ambiente de descontrol, se encontraba en un pogo.

El punk, género musical que se caracteriza por entremezclar sonidos fuertes y agresivos con melodías divertidas, tuvo sus orígenes en el Perú, con una banda que decidió tocar algo más que las músicas nuevas oleras que había por esos años, Los Saicos atacaron la escena musical con un ritmo grotesco y rebelde e iniciaron una cultura subterránea. Esa cultura subterránea o contracultura se extendió y consiguió su apogeo en Europa por los años 70 con bandas como The Ramones, The Clash, The Dammned y Sex Pistols.

La adrenalina te gobierna cuando estás dentro de un pogo.
El sonido de los instrumentos inundaban el ambiente con descontrol, el público aturdido empezaba a chocarse entre sí y realizar este seudo baile conocido como pogo, que consiste en dar movimientos nada sincronizados que acompañaban a la música con saltos y gritos, con patadas y puñetazos, con sudor y adrenalina. Estar dentro del slam, como se le conoce al pogo en otros países, es entrar en un ring de liberación donde sólo escuchas lo que has venido a oír, ves brazos, piernas y
cabezas que pasan fugazmente al lado tuyo y desatas esos impulsos de agresividad reprimidos.

El Perú de los años 80 atravesaba un periodo sombrío y de una violencia cotidiana nacida de actos terroristas. Esta subversión propició el nacimiento de un rock subterráneo rebelde y rabioso, pero consciente de lo que sucedía en la sociedad. Un rock protestante pero esperanzador.
Para seguidores de bandas como Narcosis, Leuzemia, Voz Propia y Delirios Crónicos, no era raro estar inmersos comúnmente en conciertos con contenido protestante, sonidos desafiantes y pogos desenfrenados. Pero la comunidad limeña conservadora cómo vería estos actos de furia.

Imágenes de una jauría de jóvenes golpeándose entre sí, moviéndose feroz y atolondradamente, mientras se escuchaban canciones con letras anarquistas, invadieron la señal abierta. Un reportaje realizado por Patsy Adolph al concierto “El rock subterráneo ataca Lima” el 18 de octubre de 1985, era transmitido por el canal 9, y visto por miles de peruanos. Estos actos violentos fueron reconocidos por el psicólogo Baltazar Caravedo como un mensaje de reconstrucción a una sociedad en decadencia y hasta una expresión de amor, y eso no lo dice alguien que gusta de empujarse con los demás al sonido de una música, lo dijo un doctor hace 27 años.